La implacable contabilidad emocional
Por NEVA MILICIC, sicóloga
En una columna anterior desarrollé el tema de aprender a perder en la relación como una forma de cuidar los vínculos afectivos. La idea central es que una relación puede resultar seriamente dañada por una actitud avasalladoramente competitiva, o bien, porque una de las personas se maneja a partir de una perspectiva egocéntrica, es decir, exclusivamente centrada en lo que 'yo quiero', 'a mí me gusta', 'yo necesito'. Este tema es tan central para el desarrollo de relaciones armónicas, que me pareció necesario profundizar en el análisis.
Cuando se tiene una postura egocéntrica, las personas actúan, al parecer, sin darse cuenta de que las otras personas que viven en la casa, sean niños o adultos, también quieren ser reconocidos en sus necesidades, gustos, y además tienen derecho a ello.
Esta tentación de no considerar ni tratar de satisfacer las necesidades de los otros a veces constituye un punto ciego de la personalidad, porque quienes actúan egocéntricamente suelen no ser conscientes de lo insoportable que es para los demás su comportamiento y de cuánto los aleja emocionalmente de los otros.
Cuando se es víctima de actitudes egocéntricas, éstas no se registran como algo transitorio, sino que quedan grabadas en la memoria emocional de las personas que las sufren. Convivir con personas insensibles a las necesidades de los otros es una huella no fácil de borrar, ya que ser vulnerados en los derechos crea una sensación de no ser querible, o digno de ser querido.
Por el contrario, hay padres que tienen conciencia de que las otras personas, y especialmente los niños de la familia, tienen necesidades y derechos, y hacen su mejor esfuerzo por satisfacerlas. Como dirían los expertos en contabilidad, las personas en la familia que asumen esta actitud están con saldo positivo en la relación, y por supuesto recibirán en forma recíproca de vuelta el afecto y la generosidad que han desplegado. Ya que en los afectos la ley de la reciprocidad está presente, habitualmente se quiere a los que nos quieren y entramos en conflicto con aquellos que pasan por encima de nuestros derechos.
Un adolescente, con una estupenda relación con su padre, lo que es poco frecuente, contaba: 'Hasta ahora recuerdo que cuando era pequeño, mi padre me llevaba a los partidos de fútbol que eran decisivos para mi equipo, a pesar de que a él le cargaba el fútbol. Y siempre pienso, qué suerte haber tenido un padre como él'.
En tanto que un adulto - que aún hoy mantiene una actitud de resentimiento con su padre- contaba: 'En nuestra casa siempre se hizo la voluntad de mi padre y cuando la mamá intentaba conquistar algunos espacios de mayor justicia para ella o para nosotros, se creaba un clima tal de violencia, que la mamá asustada terminaba por ceder. El papá se salía con la suya, pero aún hoy, que ya somos adultos, nos da rabia recordarlo'. Cuesta superar sentimientos que han empañado recuerdos de infancia.
Sin duda que el término contabilidad emocional resulta poco poético y quizás suene excesivamente pragmático, pero es importante darse cuenta de que ella existe, que las acciones positivas o negativas quedan registradas en la memoria emocional de todos los involucrados, ya sea como participantes o como observadores.
Si las acciones están guiadas por el amor y la justicia, usted estará al haber; si por el contrario, se guía sólo por el afán de imponer y dominar en la relación sin tomar la perspectiva del otro, estará al debe.
Quizás sea el momento de preguntarse ¿cómo anda su contabilidad emocional con las personas que le son más significativas?
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