La disciplina que no queremos
Por Neva Milicic, sicóloga
Tener un orden que regule la convivencia, en que las necesidades y el cuidado de todos estén atendidos es deseable, así como un margen de organización. Pero muchas veces la dificultad reside en que los procedimientos usados para conseguir estos objetivos pueden resultar nocivos para el desarrollo de los niños y perturbar la relación padres-hijos.
En otras columnas hemos hablado de la forma de establecer la disciplina.
Ahora quisiera enfatizar cuáles son los sistemas disciplinarios que se consideran negativos, para ayudar a los papás a evaluar si están cayendo en algunos de ellos.
- a) Disciplina inflexible y rígida: En este tipo de disciplina hay limitaciones excesivas. Un mundo con límites excesivos es un mundo represivo y empobrecedor. En este sistema cualquier transgresión a las numerosas reglas que ponen estas familias es severamente sancionada. Así, la familia se transforma para el niño en un lugar amenazante en vez de un lugar protector. Estos sistemas en general dan pocas razones, suelen ser muy arbitrarios, aplican castigos y sanciones excesivas. Las personas educadas en estos sistemas guardan recuerdos tristes de su infancia y tienen una actitud distante con sus padres, a quienes perciben como autoritarios y arbitrarios. Las personalidades resultantes pueden ser muy temerosas, o por el contrario, muy autoritarias y despóticas.
- b) Disciplina de baja involucración y supervisión: Son progenitores más bien lejanos y que con frecuencia no se conectan con el mundo interno de sus hijos, ni con sus deseos, ni con sus actividades. No saben quiénes son los amigos de sus hijos, ni dónde viven. Es una situación de negligencia en que ellos están delegados al cuidado de otras personas. Y, a veces, los padres no saben siquiera cuán competentes o incompetentes son. Los papás deberían tener una visión lo más exacta posible sobre lo que hacen sus hijos, con quién están y dónde están, por lo que una disciplina negligente se considera muy perjudicial para los hijos. A veces son padres cercanos, pero que se encuentran involucrados de tal manera en sus respectivos trabajos, que les falta tiempo y energía para mantener el grado de control que exige la educación de los hijos. Es necesario supervisar a los niños y a quienes se ha delegado el cuidado de ellos. Llamados telefónicos y conversaciones frecuentes, apariciones inesperadas son indispensables. No hay que olvidar el refrán "cuando el gato no está los ratones están de fiesta". Fijar los límites y velar por su cumplimiento es parte de las obligaciones parentales.
- c) Disciplina inconsistente: Son padres cuya respuesta a las acciones del niño no responden a la lógica, sino que a su estado de ánimo. Los comportamientos de los progenitores son impredecibles para el niño; lo que se acepta hoy, mañana se castiga, y viceversa. Y en ese contexto, ¿quién podría aprender norma alguna?
- d) Disciplina irritable y explosiva: Los padres son personas que muchas veces imponen la disciplina desde el prisma del descontrol, más que desde la autoridad. Órdenes, gritos y castigos excesivos son incompatibles con una autoridad legítima. Por el contrario, hacen que el niño esté aterrorizado y que en muchas ocasiones llegue a dudar del amor de sus padres, y tenga una actitud ambivalente hacia ellos. Muchos niños con padres explosivos presentan conductas desafiantes.
Analice estos estilos de establecer la disciplina. Probablemente usted no ejerza ninguno de ellos, pero posiblemente cometa algunos errores que puede mejorar, para de esa manera atender a las necesidades de supervisión y control, que supone la delicada tarea que es la educación de los hijos.
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