martes, octubre 17, 2006

Vivir la propia experiencia

por Neva Milicic Sicóloga
Ciertamente usted tiene más experiencia que sus hijos en casi todas las áreas de la vida y, por lo tanto, podría advertirle de todos los riesgos a los que está expuesto, y encontrarle la solución a la mayoría de los problemas que tenga que enfrentar.
Sería un aprendizaje cognitivo, porque los niños para realmente aprender emocionalmente tienen que experienciar las situaciones. Estar aprendiendo supone equivocarse, partir de nuevo y volver a empezar, sin sentir que un error es algo irremediable que los paralice y que los haga sentirse incompetentes.
Dar oportunidad para pensar que los errores, aunque sean dolorosos, pueden constituir oportunidades de aprendizaje es una actitud pedagógica indispensable. Cuando los hijos se equivocan a pesar de nuestras advertencias, existe la triunfalista tendencia a decirles: "yo te lo había dicho", y ello produce en los hijos una enorme situación de rechazo que podría dañar la relación.
Si por el contrario los acompaña empáticamente y les refleja "qué pena que no te haya resultado" y se está abierto a contener, es más posible que ese niño o ese adolescente - después de recuperar su equilibrio emocional- , esté en condiciones de aprender de esa experiencia. Además, usted se transformará para él en una relación fortalecedora y no en una relación que lo debilita. Relaciones de este tipo son las que los niños, y especialmente los adolescentes, buscan mantener y prolongar, porque les ayuda a actualizar sus potencialidades.
En cambio, si usted saca todas las conclusiones, logrará hacer sentir incompetente a su hijo, quien se sentirá sin recursos y muy dependiente de usted. La idea es que el niño en la vida cotidiana pueda desarrollar las competencias necesarias para enfrentar las situaciones, y ser capaz de percibir los recursos con que cuenta, desarrollando autonomía para resolver sus problemas.
Sonia, una adolescente inteligente y equilibrada que cursaba cuarto medio, relataba: "Ya no le cuento los problemas a mi mamá, porque ni siquiera me permite terminar de contarle todo lo que me pasa, cuando empieza a retarme por no haber hecho tal o cual cosa. Me inunda y agobia con consejos y advertencias que no tengo ganas de oír por buenos que sean. Ahora ella se queja de que no le cuento nada. Pero cuando lo he hecho, logra hacerme sentir como una niñita estúpida y sin recursos. Yo sé que ella me quiere mucho, pero su actitud me produce mucha rabia".
Esta situación que le sucede a Sonia es más frecuente de lo que se piensa. La mayoría de los padres tienden a mostrar todos los problemas y soluciones posibles, con lo que van frenando la capacidad de análisis de los niños. Los padres asumen así un rol de "experto permanente", lo que termina por invalidar el análisis del niño y generar mucha falta de confianza en sus capacidades.
No quiere decir que muchas veces no haya que advertir o cuidar. Si el niño pequeño se va a caer a la piscina, o va a poner los dedos en el enchufe, habrá que protegerlo. Pero, como dice Winnicott, el niño necesita ser capaz de jugar solo para que le surja un sentimiento del yo verdadero y estable.
Es necesario no ser demasiado intrusivo(a) para permitir al niño focalizarse en la exploración de sí mismo. No se trata de abandonar, pero sí de dejar espacio para la exploración. La compañía de padres no intrusivos le permitá vivir y analizar su propia experiencia, favorecerá que él pueda conectarse consigo mismo, ayudándole así al desarrollo de sus competencias para ir resolviendo los problemas en forma autónoma. De paso, aprenderá a tener confianza en sus propios recursos. Así se consolidará una relación armónica, en que hay escucha de los padres de las necesidades de los hijos y reflexión del niño acerca de cómo solucionar sus problemas.