La rabia, ¿es siempre mala?
Por Neva Milicic Sicóloga
Ante el horror de la violencia en el mundo, las personas buenas tienen una actitud natural a buscar la paz y a eliminar la violencia, pero no deberíamos olvidar que la rabia es una fuerza que existe en nosotros y que bien canalizada puede ser una herramienta útil. Sentirla puede ayudar a registrar cuándo se está siendo maltratado o explotado.
Por ejemplo, Marcia, una niñita de diez años que había sido socializada para no expresar la rabia, pero además para no sentirla, era con frecuencia bastante explotada por sus compañeras. Le pedían sus cuadernos y no se los devolvían a tiempo, le comían su colación, pero ella no se atrevía a poner límites y menos aún pedir que le convidaran lo que ellas traían. La represión de sus impulsos agresivos derivó no sólo en una falta de asertividad, ya que ni siquiera registraba el malestar que le producía la explotación de la que era víctima.
Al poner el ejemplo de Marcia se hace figura el que a las mujeres como grupo se les reprime con más fuerza la agresión, con comentarios como "las niñitas no pelean" o bien "tendrías que querer a tu hermana y no sentir rabia contra ella". Con frases como éstas, vamos socializando no sólo para no agredir, lo que estaría bien, sino que para no sentir la rabia, lo que no es bueno, porque pueden desarrollar una tolerancia excesiva a los abusos y a la agresión sin defenderse. Niños con estas características de personalidad suelen ser víctimas con frecuencia del hostigamiento de sus iguales. Otras veces la represión de la rabia puede asumir como expresión una forma pasiva-agresiva, personas que con su resistencia pasiva pueden ser enormemente agresivas. En realidad no agreden, pero bloquean todos los esfuerzos de cambio. Cuando se siente rabia, hay una advertencia de que algo no es justo y que no está funcionando bien. La expresión socializada de la ira les muestra a los otros que algo importante está dañando la relación, y que hay límites que es peligroso transgredir. Es como poner luz roja.Las personas que se conectan con sus rabias en determinados momentos pueden tomar decisiones dolorosas que les cuesta. Un ejemplo de cómo la rabia puede ayudar en la toma de decisiones es lo que le sucedió a Nadia. Ella, que era una adolescente de diecisiete años, estaba muy enamorada de un muchacho, que era poco fiel y en varias ocasiones había traicionado su confianza. Nadia había sido socializada por una madre sumisa y un padre autoritario, el que con frecuencia tenía maltrato verbal con su mujer, a través de una actitud descalificadora. Cuando la madre tomó conciencia que, de alguna forma, su hija estaba repitiendo el patrón de ella con los hombres, acudió a consultar y de pronto ambas tomaron conciencia de que tanta negación de la agresión, llevaba a la adolescente a aceptar comportamientos intolerables. Ella pudo tomar la decisión de romper con este pololo, pero, lo más importante, aprendió a registrar su rabia, a expresarla y a entender que es necesario poner límites y que a veces es legítimo expresar la rabia. Así como algunos niños deben aprender a controlar sus rabias, otros deben aprender a expresarlas poniendo límites.
Neva Milicic.
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