miércoles, febrero 07, 2007

¿Existe una sicología maternal?

por Neva Milicic
Naomí Standlen, profesora en varias universidades inglesas del curso "Sicología del amor maternal", escribió un libro con un título provocador: "Lo que hacen los madres", cuyo subtítulo es "Sobre todo cuando parece que no hacen nada". Allí plantea que en sus numerosos grupos de "conversaciones con madres" se hace presente una queja casi universal: no sentirse bien preparadas para la maternidad. A diferencia de la mayor parte de los trabajos que las personas realizan, el enfrentamiento de la maternidad se realiza casi sin formación previa. Por suerte, la naturaleza se encarga de que la mayor parte de las madres sienta un amor encandilado hacia su hijo o hija que las guía instintivamente a hacerlo bien. En los grupos de conversación de Standlen, las mujeres plantean que les es muy difícil describir los sentimientos hacia sus hijos y evaluar cuáles son sus logros como madres. Una madre puede haber estado tan ocupada con su hijo que no tuvo tiempo para ducharse o comer, pero cuando se le pregunta qué ha hecho, responde: "Nada, no sé cómo se me ha ido el tiempo". Esos gestos llenos de ternura, los juegos, las preguntas respondidas, los llantos consolados, las comidas preparadas, no son suficientemente valorados, a pesar de la gran atención de las madres a las demandantes necesidades de los niños. En los primeros años los niños no tienen autonomía para satisfacer sus necesidades y éstas no aceptan postergación. Por eso la sobrecarga de las madres es tal que con frecuencia están muy cansadas. Durante mucho tiempo la sicología, al referirse a las madres, lo hizo centrándose en sus defectos. Habría que comenzar a percibir que educar a un hijo es una tarea de la mayor relevancia, y tomar en cuenta la tremenda energía que es necesario desplegar. Afortunadamente, a fines del siglo pasado la sicología descubre que los padres son necesarios, y que una parte de los problemas de los hijos puede deberse a carencias de figura paternal, lo que conlleva una tendencia a buscar involucrar al padre en la educación de los hijos, de manera que esta tarea sea un concierto a cuatro manos.

jueves, febrero 01, 2007

Las vacaciones son un tiempo precioso para enseñar a vivir

Durante los meses de vacaciones escolares, padres e hijos suelen compartir más tiempo juntos, sin duda una buena oportunidad para ejercer su rol formativo: desarrollar habilidades socioafectivas, como el aprender a mirar las cosas con perspectiva, a autoconocerse, cuidarse, comunicarse, a reflexionar sobre lo que lo hace más o menos feliz, a ser buen compañero. Todas estas habilidades contribuirán no sólo a hacerlos mejores personas, sino también al lograr éxito académico el año escolar que se acerca. Investigaciones recientes demuestran que el desarrollo de habilidades emocionales y sociales tiene efectos benéficos sobre el bienestar y la salud mental de niños y jóvenes. Además, afectan positivamente el aprendizaje y el comportamiento escolar. Se ha descubierto el rol central que juegan las emociones en cada experiencia de aprendizaje: "Los estudiantes que están ansiosos, enojados o deprimidos no aprenden; las personas que están en estos estados emocionales no pueden manejar eficientemente la información...", escribe Daniel Goleman en su libro "La inteligencia emocional". Es importante aprender a manejar emociones displacenteras y promover estados mentales de calma y optimismo que facilitan el aprendizaje.Las competencias emocionales y sociales han demostrado ser más determinantes que las competencias cognitivas para el éxito personal, académico y profesional. Al igual que las habilidades intelectuales, las de tipo socioafectivas requieren de estimulación continua que permita ir evolucionando a etapas de mayor desarrollo. La familia, junto a la escuela, es responsable de aprender a estimularlas y, además, con sistematicidad. Las vacaciones dan tiempo y oportunidad de conversar, argumentar los puntos de vista; enseñar a nuestros hijos a escuchar y no sólo a hablar, a preguntar, a interesarse por los demás. También nos ofrece un espacio para compartir con ellos nuestras reflexiones sobre asuntos importantes de la vida cotidiana, hacernos más cercanos para que confíen y les importen nuestros consejos.

El poder del consuelo

Por Neva Milicic sicóloga
Cualquier persona que haya tenido una pérdida irreparable, una enfermedad grave, o una situación dolorosa extrema, sabe el enorme alivio que produce sentir el apoyo de las personas significativas en esas situaciones. El consuelo tiene muchas formas, un abrazo, unas palabras escritas, una mirada llena de ternura y tantas otras expresiones que sería imposible detallar.
Al ser consolado, los problemas y el sufrimiento no desaparecen, pero la persona, cuando siente que se le ofrece consuelo, se percibe como más capaz de enfrentar la adversidad.
La adolescente que ha peleado con su pololo encuentra en sus amigas un apoyo que le permitaría mirar, en el mediano plazo, ese "fracaso amoroso" como una oportunidad para aprender a elegir, o bien para cambiar algo en su conducta que puede explicar el problema amoroso. Pero sólo puede consolar quien ha sido consolado y esto se aprende muy tempranamente en el desarrollo; quizás cuando el recién nacido es tomado por su madre en brazos al llorar ya se está formando en él esta maravillosa capacidad de dar consuelo.
Como plantea Naomí Standlen, a los recién nacidos lo que más los consuela cuando están inquietos es la voz de las personas y, sin duda, el ser tomado en brazos amorosamente por su madre o por su padre. El llanto de los niños genera en los adultos una necesidad imperiosa de calmar a los niños; el bienestar y el consuelo son claves para que el niño sienta seguridad y se sienta mejor. Los padres y sus hijos hacen un aprendizaje mutuo, no hay una madre igual a otra, no hay un padre igual a otro y tampoco hay un niño o una niña igual a otra. Toda interacción padre-hijo(a) o madre-hijo(a) es única, y en ese sentido la sintonía entre ellos es particular y una creación original. Cuando una madre dice con seguridad: "Camilo está llorando mucho, seguro que se va a enfermar", y se acerca a tocarle la frente para ver si el niño tiene fiebre, y después hace una serie de maniobras orientadas a calmar y a consolar a su hijo, está poniendo en práctica todo lo que ha aprendido de su hijo. Por cierto, los gestos de la madre no van a quitar el sufrimiento de Camilo, pero el niño va a poder soportarlo mejor. Pero lo más importante es que el niño va a aprender a consolar. Va a comenzar a desarrollar empatía, conectándose con las emociones de los otros, y va a empezar a desarrollar gestos que son consoladores. Cuando Isabel juega a consolar a su muñeca que, según ella, tiene miedo a los perros y le acerca un perro de peluche diciéndole "Él es tu amigo, no muerde", no sólo está imitando lo que ha visto hacer a sus padres, sino que ha aprendido a conectarse con el miedo de otro y ha descubierto que dar consuelo es algo útil y bueno. Isabel ha aprendido de su madre, que es una persona que está alerta a las emociones de sus hijos, las acepta y está abierta a dar consuelo a quien lo necesita. Ella ha recibido algunas críticas por ser sobreprotectora, pero quienes han hecho estas críticas no saben cuánto de la capacidad de Isabel para consolar y ser empática se explica por la ternura que puso su madre en darle consuelo cuando la niña lo necesitaba. Las personas que no saben dar consuelo tampoco están abiertas a ser consoladas y muchas veces cuando están en problemas no recurren a otras personas en busca de apoyo y consuelo, sino que se refugian en cosas nada beneficiosas para controlar su ansiedad, como la comida, la bebida y en general pueden desarrollar conductas adictivas. Darles consuelo a los niños cuando están aproblemados y tristes, así como enseñarles a consolar, los hará ser mejores personas y les enseñará a relacionarse con los otros en una de las dimensiones más humanas del contacto humano, el consuelo.