La Lata
Por Paula Serrano sicóloga
La palabra lata ha reemplazado en nuestro vocabulario chilensis a un gran número de emociones. Dicen los expertos que si uno no tiene la distinción de una emoción se hace muy difícil cambiarla, porque si no la reconocemos, mal podremos batallar contra ella. Los jóvenes son los más difíciles cuando se trata de la lata. Es lata la pena. "Me dio ene lata que se fuera. Fue tan de repente". Es lata la rabia: "Me dio mucha lata que me insultara delante de todos". Es lata la envidia: "Me da lata que él las tenga todas sin ningún mérito". Es lata el miedo: "Me dio mucha lata que me pidieran hacer una cosa que no he hecho jamás". Es lata el maltrato: "Me da lata que mi papá me pegara cuando repetí curso". Es lata el abuso: "Cómo no me va a dar lata que manosee en el bus así no más". Es lata la depresión: "Me da lata no tener ganas de levantarme". Es lata todo lo que no es feliz, todo lo negativo. Podría ayudar si los padres suprimieran la lata del vocabulario habitual en sus conversaciones con sus hijos. La lata es aburrimiento, y nada más que eso. Entonces seamos rigurosos. No por un amor loco a la Academia de la Lengua, sino porque si los niños no pueden describir lo que pasan, los padres menos, y cuando los padres no entienden, exageran, minimizan o proyectan sus propias infancias y el niño se queda solo. Hay demasiados lugares comunes rondando la vida familiar. Y pocas veces tenemos el tiempo y el respeto para diagnosticar lo que sienten nuestros hijos. El lenguaje es la única forma de comunicación precisa que tenemos los seres humanos. El otro lenguaje, el no verbal, es más emocional y está sujeto a mayores interpretaciones, por lo tanto a veces ayudar a los niños a hacer distinciones de lenguaje es una ayuda a ellos y a la relación con ellos. La palabra lata nos saca de apuro a todos, pero también nos esconde, nos defiende, nos hace poco honestos, nos ayuda a trivializar. La vida es muy compleja, la personal, la nacional, la pública y la financiera. Mejor aprender desde chicos que la rabia es rabia y que se comunica como tal, y que el miedo es duro de sentir y difícil de compartir, pero indispensable de reconocer si queremos cuidarnos. Sería un aporte a las personas, a las familias y al país. A la política del futuro... también.
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