jueves, febrero 01, 2007

El poder del consuelo

Por Neva Milicic sicóloga
Cualquier persona que haya tenido una pérdida irreparable, una enfermedad grave, o una situación dolorosa extrema, sabe el enorme alivio que produce sentir el apoyo de las personas significativas en esas situaciones. El consuelo tiene muchas formas, un abrazo, unas palabras escritas, una mirada llena de ternura y tantas otras expresiones que sería imposible detallar.
Al ser consolado, los problemas y el sufrimiento no desaparecen, pero la persona, cuando siente que se le ofrece consuelo, se percibe como más capaz de enfrentar la adversidad.
La adolescente que ha peleado con su pololo encuentra en sus amigas un apoyo que le permitaría mirar, en el mediano plazo, ese "fracaso amoroso" como una oportunidad para aprender a elegir, o bien para cambiar algo en su conducta que puede explicar el problema amoroso. Pero sólo puede consolar quien ha sido consolado y esto se aprende muy tempranamente en el desarrollo; quizás cuando el recién nacido es tomado por su madre en brazos al llorar ya se está formando en él esta maravillosa capacidad de dar consuelo.
Como plantea Naomí Standlen, a los recién nacidos lo que más los consuela cuando están inquietos es la voz de las personas y, sin duda, el ser tomado en brazos amorosamente por su madre o por su padre. El llanto de los niños genera en los adultos una necesidad imperiosa de calmar a los niños; el bienestar y el consuelo son claves para que el niño sienta seguridad y se sienta mejor. Los padres y sus hijos hacen un aprendizaje mutuo, no hay una madre igual a otra, no hay un padre igual a otro y tampoco hay un niño o una niña igual a otra. Toda interacción padre-hijo(a) o madre-hijo(a) es única, y en ese sentido la sintonía entre ellos es particular y una creación original. Cuando una madre dice con seguridad: "Camilo está llorando mucho, seguro que se va a enfermar", y se acerca a tocarle la frente para ver si el niño tiene fiebre, y después hace una serie de maniobras orientadas a calmar y a consolar a su hijo, está poniendo en práctica todo lo que ha aprendido de su hijo. Por cierto, los gestos de la madre no van a quitar el sufrimiento de Camilo, pero el niño va a poder soportarlo mejor. Pero lo más importante es que el niño va a aprender a consolar. Va a comenzar a desarrollar empatía, conectándose con las emociones de los otros, y va a empezar a desarrollar gestos que son consoladores. Cuando Isabel juega a consolar a su muñeca que, según ella, tiene miedo a los perros y le acerca un perro de peluche diciéndole "Él es tu amigo, no muerde", no sólo está imitando lo que ha visto hacer a sus padres, sino que ha aprendido a conectarse con el miedo de otro y ha descubierto que dar consuelo es algo útil y bueno. Isabel ha aprendido de su madre, que es una persona que está alerta a las emociones de sus hijos, las acepta y está abierta a dar consuelo a quien lo necesita. Ella ha recibido algunas críticas por ser sobreprotectora, pero quienes han hecho estas críticas no saben cuánto de la capacidad de Isabel para consolar y ser empática se explica por la ternura que puso su madre en darle consuelo cuando la niña lo necesitaba. Las personas que no saben dar consuelo tampoco están abiertas a ser consoladas y muchas veces cuando están en problemas no recurren a otras personas en busca de apoyo y consuelo, sino que se refugian en cosas nada beneficiosas para controlar su ansiedad, como la comida, la bebida y en general pueden desarrollar conductas adictivas. Darles consuelo a los niños cuando están aproblemados y tristes, así como enseñarles a consolar, los hará ser mejores personas y les enseñará a relacionarse con los otros en una de las dimensiones más humanas del contacto humano, el consuelo.