El impacto de las emociones en la salud
Por Neva Milicic Sicóloga
Que hay una estrecha relación entre los estados emocionales y la salud es un conocimiento que está hace tiempo disponible. Pero a veces nos olvidamos de él al momento de interactuar con los niños. El descontrol de quienes están a su cuidado puede provocarles niveles de estrés muy perjudiciales para su salud física y mental. Compartir con ustedes algunos de los conceptos del fallecido científico chileno Francisco Varela, puede ayudar a tomar conciencia de cómo podemos aumentar sin desearlo la vulnerabilidad de los niños a las enfermedades, por ejemplo cuando los asustamos para que se porten bien, y los castigamos en forma excesiva. O quizás estos conceptos pueden entregarnos algunas pistas sobre cómo ayudarlos a subir las defensas cuando están enfermos. El sistema inmunitario, plantea Francisco Varela, al igual que el sistema nervioso, puede recordar, aprender y adaptarse, a un nivel fisiológico. La influencia de las emociones sobre la salud se explican por la compleja interacción entre tres sistemas: la mente, el sistema nervioso y el sistema inmunitario. Sabemos que cuando alguien se encuentra triste en forma severa y mantenida, le bajan las defensas porque se disminuye la producción de los linfocitos o células blancas, y obviamente el efecto contrario también existe. Ciertamente, los estados emocionales no son los únicos factores que explican la enfermedad y la salud, pero sin duda hay evidencia científica suficiente para sostener que ellos juegan un rol en disminuir los riesgos de enfermar y en aumentar la posibilidad de recuperación. Por ello, en lo posible es aconsejable no exponer a los niños a situaciones que les generen emociones negativas de mucha intensidad, y hacer lo posible para que vivan una atmósfera de optimismo y de bienestar emocional. El bienestar de los niños y también el de los adultos depende de pequeñas cosas. La mirada de amor incondicional, la posibilidad de jugar y estar con los que se quiere, de reír un rato, de leer un libro, de cocinar juntos; es decir, de aquellos espacios mágicos que sólo el cariño es capaz de construir.