El analfabetismo emocional en los varones
Por Neva Milicic sicóloga
El analfabetismo emocional es un síndrome que la literatura describe como la incapacidad de comprender y verbalizar las emociones, lo que tiene consecuencias en la formación de la personalidad de los niños y afectará a su convivencia social en el futuro. Antonio, de ocho años, era un niño muy inteligente en el plano abstracto, un as manejando el computador, en el nintendo. Sin embargo, tenía problemas con sus compañeros, estaba tan orgulloso de su capacidad para burlarse de los otros que era incapaz de comprender que sus compañeros lo evitaban por su tendencia a reírse de ellos. Antonio tenía un nivel de lenguaje emocional muy escaso. Le costaba expresar ternura y emociones positivas. Cuando necesitaba atención o cariño, no sabía pedirlo y lo expresaba empujando y transformando su necesidad de afecto en un contacto agresivo o en una burla. No había aprendido a conectarse con los otros sino que a través de la violencia o de bromas. Estas características del alfabetismo emocional, si bien no son exclusivas de los hombres, son más frecuentes en el género masculino por la socialización recibida. Michael Thompson y Adam Kindlon, en su libro "Educando a Caín. Cómo proteger la vida emocional del varón", sostienen que estas diferencias entre hombres y mujeres en su capacidad de expresar emociones se debe a una discapacidad adquirida: el analfabetismo emocional. Esto sucede porque los padres tienden a hablar con sus hijos de "hechos" y con las mujeres de emociones. Esta actitud, en el caso de Antonio, era muy verdadera. El padre era tierno con la niñitas y rígido e inflexible con su único hijo, ya que pensaba que expresar emociones era un signo de debilidad en los hombres. Así, Antonio se acostumbró a aislar sus emociones, disociándolas de los hechos. Las creencias equivocadas acerca de cómo educar a los hijos en lo emocional las pagan caro no sólo el niño, sino que las personas a las que les tocará vivir con él. Ellas deberán tratar con un ser humano que no se conecta, ni con sus sentimientos, ni con el sufrimiento de los otros. Algunas veces, estos niños así socializados logran posiciones de poder, desde los que pueden hacer mucho daño por su desconexión emocional. Hombres y mujeres tienen "derecho a la ternura" como decía Restrepo, un autor colombiano. La verdadera masculinidad debe incluir el ser capaz de conectarse con sus emociones y visibilizar la de los otros. Afortunadamente, la familia de Antonio comprendió a tiempo, y comenzaron a hablar de los hechos, pero ligados a las emociones. El papá pudo expresar, por ejemplo, "me dio mucha pena cuando se enfermó mi amigo" y compartir algunos de sus recuerdos con Antonio, de tal manera que el niño fue interiorizando que las emociones son una parte y quizás la más significativa de cómo se vive la realidad. Antonio fue disminuyendo su agresividad al tomar conciencia de las consecuencias emocionales de sus actos, y comenzó a ser capaz de leer los sentimientos de los demás, transformándose en una mejor persona.