lunes, octubre 02, 2006

Educar a los hijos sin usar gritos ni palmadas

El Estudio Nacional de Maltrato Infantil, que anteayer hizo público Unicef, mostró que estas prácticas están más que vigentes -tres de cada cuatro niños chilenos sufre algún tipo de violencia de parte de sus padres-, a pesar de la información que existe al respecto y de las campañas públicas que se han hecho.

Primero, entender
  • Este tema tiene que ver con un cambio cultural, y por eso es tan difícil modificarlo, afirman los especialistas. Para que los padres de hoy puedan "desconectar el piloto automático", que muchas veces los lleva a pegarle a un hijo, "es necesario primero que tomen conciencia de esto, que reflexionen sobre su experiencia cuando niños y que entiendan cómo incorporaron estos modelos", afirma la sicóloga Ana María Arón, directora del Centro del Buen Trato de la Universidad Católica.
  • Después de eso, agrega, podrán entender que sus padres lo hicieron así porque era lo que se creía correcto en ese momento, y tomar hoy la decisión de hacerlo distinto con los propios hijos.

Actualmente, está demostrado que los gritos y los golpes paternos afectan negativamente el desarrollo de los niños. Pero, además, se sabe que no son la mejor manera de educar a alguien. "Cuando se agrede al hijo para 'someterlo' a la autoridad paterna se está pensando en un modelo autoritario que hace actuar por temor, y no se está promoviendo una capacidad reflexiva y de cuestionar las cosas", apunta la sicóloga infantil y terapeuta familiar Rosana Culaciati.

Las formas violentas de educar "sirven para inhibir conductas, pero no generan comportamientos propositivos", apunta la sicóloga de Unicef Soledad Larraín. Es decir, un niño golpeado puede dejar de hacer algo, pero no por eso va a aprender un modelo positivo."De ahí la importancia de que las sanciones tengan relación con 'la embarrada' que hizo el niño, y que tengan un sentido reparatorio. Entonces, hay aprendizaje", agrega Ana María Arón.

Cómo hacerlo

  • Las sicólogas recomiendan poner límites y normas claras a los hijos en las cosas relevantes y no enfrascarse en luchas de poder por motivos que no valen la pena. Por ejemplo, insistir en que el niño se ponga "la chaqueta roja porque yo lo digo y yo soy la mamá". A lo mejor se puede transar en que se ponga la verde, pero dejar claro que si no se abriga "no vamos a salir a ninguna parte". Y cumplirlo.
  • Una sanción debe ser posible de cumplir -no desmedida- y debe plantearse en forma firme, pero calmada. Hay que mostrar el enojo, pero evitar caer en el descontrol. "Los niños saben distinguir muy bien ambas cosas. Y una mamá descontrolada pierde autoridad", apunta Ana María Arón.Pero, ¿qué pasa cuándo es el propio niño el que está fuera de control? "Entonces, hay que sacar al niño de la situación en que está, llevarlo a su pieza y decirle, por ejemplo, 'cuándo te calmes y puedas jugar con tus hermanos sin pelear, vas a tener la oportunidad de volver al patio'", ejemplifica Rosana Culaciati.
Pero antes de ejercer estas prácticas, los padres deben intentar informarse sobre qué pasa con sus hijos en sus distintas etapas del desarrollo. Por ejemplo, muchos padres creen que sus hijos pequeños se portan 'mal' porque 'los quieren molestar a ellos'. "Y no se dan cuenta de que el niño puede estar pasando por un momento difícil y no tiene la capacidad de lenguaje para expresar sus temores o sus rabias. Y su manera de manifestarlo es teniendo, por ejemplo, un comportamiento agresivo", explica la especialista.
Verlo distinto un cambio en la forma de educar tiene directa relación con cómo se percibe a los niños. Si se les ve como personas con los mismos derechos y que sienten lo mismo que uno, sería harto más difícil levantarles la mano, gritarles o insultarlos. Un ejercicio sano es pensar ¿cómo me sentiría yo si mi jefe o mi pareja me pegara un cachetazo o me dijera que soy un inútil?"Uno no hace eso con el hijo del vecino ni con el compañero de trabajo. Pero sí con el hijo propio, y eso no es más que una situación de abuso de poder con alguien que depende de uno", afirma Soledad Larraín, sicóloga de Unicef.

Una vez que el hijo(a) se ha calmado tras una pataleta o conductas agresivas, se debe hablar con él sobre lo ocurrido y plantear, si cabe, una sanción acorde con su edad. Pero primero, los padres deben estar tranquilos.