Juventud y música: bello misterio
Por PAULA SERRANO, sicóloga
Cada tiempo tiene su música. Pero hoy la música es, para muchos jóvenes, lo que da sentido a la vida, lo que los congrega, lo que los separa, lo que define la identidad.Para muchos padres y madres esta pasión de los hijos por la música es una señal de frivolidad, de pérdida de tiempo, de falta de foco. Puede ser hasta un peligro para el estudio, para las drogas, para los ambientes sin freno. Es difícil para estos padres entender que la música puede ser y es para muchos jóvenes un ideal en sí misma.
La generación de los '60 estuvo acompañada de música, de músicos locos para sus padres e ídolos para ellos. Pero eran eso, acompañantes inspiradores. Porque esa generación vivía el clímax de las ideologías y las luchas sociales, para cambiarlo todo o mantenerlo. La vida se jugaba plenamente cada día y la palabra tenía un valor muy importante. Se leía poesía, se estudiaba a los grandes pensadores, se conversaba mucho y siempre de fondo... la música. Pero de fondo.
Hoy los músicos y las bandas son los héroes. Y es legítimo.
Curioso que a los padres nos cueste tanto aceptar que los valores se encarnan en objetos diferentes en cada tiempo. Nos asusta que en vez de leer y admirar a grandes pensadores, nuestros hijos escuchen música. Que ahorren para comprar discos, que estudien con música, que el hijo argumente que no va a salir con una señorita porque escucha una música que él no comparte.
Los padres de hoy dicen estar más desconcertados aun que los padres de antes, de siempre. Pero es más bien porque la autoridad ya no es infalible, o casi, como lo fue alguna vez. De ahí el miedo. Estos niños se la juegan por cosas donde la tradición y los límites pueden fallar. Como intervenir los gustos y la pasión por la música.Una madre puede luchar e imponerse frente a los horarios de sus hijos en sus salidas, pero jamás frente a la música que bailan y escuchan. Porque está cargada de significado. Oponerse a ella es como intentar doblegar la identidad.Tratar de comprenderla es como aprender chino o sánscrito. Es un misterio. Pienso que el sentido de los misterios podría transformarse nuevamente en valor social. No comprender debiera ser una gracia. Porque si escuchamos esas músicas nuevas, podemos distinguir la tristeza o la rabia en sus notas, pero difícilmente comprenderemos su belleza o su significado. ¿Podremos ser padres contentos en medio del misterio? ¿Tolerar a estos nuevos héroes tan ajenos a nosotros y tan cercanos a nuestros hijos? Es una disciplina confiar en otro sin comprender. Una bella y necesaria disciplina.