perfeccionismo
Por Paula Serrano, sicóloga
El mal moderno contra la felicidad es el control y su primera derivada, el perfeccionismo.
Las nostalgias campesinas y los sueños de un pasado mejor están marcados por esa vida simple, donde la naturaleza y sus cambios impredecibles hacían que los hombres y mujeres supieran, en la experiencia corporal, que la madre tierra tenía en sus manos respuestas que a los seres humanos les estaban vedadas. También eran emprendedores, como lo son muchos hoy. Pero ante las catástrofes, pequeñas y grandes, había una sabiduría que hoy llamamos a veces resignación. La sabiduría que nace de saber que mucho de lo que pasa no depende de nosotros.
En el Nuevo Testamento está la más linda parábola de Jesucristo, la parábola 'De los talentos', que nos recuerda que Dios nos da algunos dones de los que somos responsables. Tenemos que multiplicarlos, perfeccionarlos, y dar cuenta de ellos al final de la vida. Lo curioso de esta exigente parábola es que tiene implícito el concepto de que hay talentos que no nos fueron asignados, y que son nuestras limitaciones.
¿Cómo vivir y surgir en el mundo veloz y competitivo y seguir manteniendo la sabiduría campesina y la responsabilidad junto a la humildad que nos enseña la parábola de los talentos? No se puede, pero al menos cuando estamos en crisis y nuestro perfeccionismo desatado nos carga de recriminaciones y de culpas, porque la vida no está saliendo como debió ser, recordar estos conceptos ayuda.La alternativa es aterradora, es pura pérdida, pura infelicidad. Ser emprendedor es sacar el máximo provecho de las posibilidades, no matarse para ser quienes no somos. Ser una supermadre no es lo que la profesora del curso quiere que seamos, ser un superpadre no es hacer lo que la psicóloga de nuestros hijo pide, ser un gran ejecutivo no es matarse para ser como espera el jefe.
En pocas palabras, ser feliz no es otra cosa que ser agradecido y gozar lo que la vida nos dio.
La flojera, la falta de empeño por un lado, las ganas de superarse, la satisfacción de alcanzar el éxito, la tranquilidad de ganar bien y trabajar mucho para conseguirlo por otro lado, son aspectos presentes en nuestros balances de la propia vida. Necesarios, buenos, anticipaciones del juicio final. Pero no es verdad que es flojo quien elige una vida sencilla, no es verdad que es emprendedor quien sólo quiere probarle al mundo que es capaz. Una vez más, la libertad es lo que marca la diferencia entre el control y el perfeccionismo que nos esclavizan, y el verdadero espíritu de superación.
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