miércoles, noviembre 28, 2007

Aprender a agradecer

Por Neva MilicicSicóloga
Que un niño o una niña sea agradecido (a), no es una cuestión de suerte, es una virtud aprendida. La gratitud es el espacio en el cual las personas se abren a reconocer aquello que le ha tocado vivir, y lo que las personas que lo rodean han hecho para que eso sea posible. Es valorar el esfuerzo que los otros ponen para que "mi bienestar sea posible", lo que los otros aportan para "mi felicidad". Una actitud agradecida es un reconocimiento a la vida y a cada uno de sus dones. Los niños y las niñas agradecidos (as) disfrutan lo que les toca vivir, se centran más en lo que tienen y en lo que han logrado, que en aquello que les falta y son capaces de reconocer, como hacía Violeta Parra, en su canción "gracias a la vida que me ha dado tanto", todo lo que han recibido. La actitud quejumbrosa es lo opuesto. Las personas están más centradas en sus carencias, en aquello que creen que merecen y que no les ha sido concedido. El balance afectivo de estos niños está centrado en lo que no lograron y en lo que creen que les corresponde. A los niños "ingratos" –es decir, que no saben agradecer– en el lenguaje popular se los llama "mal agradecidos". Para Amelia, de ocho años, sus cumpleaños eran siempre un desastre. Si alguien le regalaba una caja con 24 lápices ella los hubiera preferido de 48, si le regalaban un paraguas ella hubiera preferido un impermeable. Las personas como Amelia van por el mundo en una actitud de queja y en un enfoque egocéntrico, que no agradece, sino que exige y demanda. Esta actitud los hace poco queribles y aunque en ocasiones consiguen lo que desean, con el tiempo van sembrando en los otros una actitud de rechazo. La sensación inversa es la que provocan los niños y las niñas que tienen interiorizado un modelo que agradece, como Natalia, prima de Amelia, que a sus diez años, cada vez que le sucede algo bueno, se pone contenta y no sabe cómo expresarlo. Si una tía va de visita, ella está encantada y agradece que la haya ido a ver, y si le regala algo, por pequeño que sea, da las gracias, y si es algo para usar se lo pone de inmediato. Una de las tías de la familia dice: "La verdad es que cuando corresponde regalarle algo a Amelia no me hace ninguna ilusión, de antemano sé que siempre habría querido otra cosa. En cambio comprarle algo a Natalia o salir con ella es algo que le produce felicidad; agradece y es feliz hasta con las cosas más pequeñas. Enseñarles a los niños a agradecer es algo que básicamente se aprende en el modelo familiar. Preocúpese de que su hijo o hija lo(a) vea agradecer todas las cosas buenas que a usted la vida le ha traído, y las cosas que recibe. Cuéntele historias de gente que sabe agradecer y de personas que no lo han aprendido. Ponga en evidencia las consecuencias que ello trae. Disminuya sus quejas, especialmente las que son exageradas y tienen poco asidero. Hágale a través de su aceptación incondicional sentir que usted está agradecido por el hijo o la hija que ella es. La felicidad no está en lo que se tiene o se deja de tener, sino en la forma en que las personas agradecen las maravillosas cosas que trae cada día. Un café con alguien querido, un día frente al mar, el afecto que se recibe, la casa en que se vive. No se trata de negar lo que no se tiene, pero sí de valorar lo que se tiene y lo que se recibe, y saber expresar este reconocimiento.

miércoles, noviembre 21, 2007

Aprender a conocerse

Por NEVA MILICIC, sicóloga
Una de las dimensiones de la inteligencia emocional, tiene que ver con conocerse a sí mismo, con volver la mirada a lo que nos sucede en el interior. Volver la mirada hacia adentro es aprender a recuperar los recursos internos de cada cual, para lograr caminar en la dirección correcta y tomar el timón del propio destino. Conectarse con los estados mentales es una garantía para tener un crecimiento personal, que esté basado en las propias fortalezas y que es consciente a las propias dificultades. Es permitir aprender a pensar y a pensarse. El pensarse es un camino hacia la salud, planteaba en una entrevista Adriana Schnake, porque contribuye al equilibrio, al permitir conectarse con lo más esencial de sí mismo. Ella plantea que la depresión, el cáncer y las enfermedades cardio–vasculares aumentan, debido a una tendencia a vivir en una forma algo maníaca. En este estado, las personas, y los niños no son una excepción, creen que pueden hacerlo todo y ser autosuficientes, y como ello no es así, al aparecer los límites y percibir lo que no se puede hacer, viene la depresión. Una de las formas que ayuda a la conexión consigo mismo es el espacio de silencio, como forma de conexión.Preguntarles qué es lo que les gusta, cuáles son sus fantasías, sus sueños, cómo imaginan su futuro; el contacto con la naturaleza y lo trascendente, también ayuda a que los niños vayan creando sus propios caminos. Mirarse a sí mismo es ayudar a autocomprenderse, desde una cosmovisión que es propia y que debe ser adecuada en cada etapa de desarrollo. En esa mirada única, el niño o la niña aprenden a mirar de nuevo y redescubrir lo que quieren hacer. En este encuentro consigo mismo, el niño repiensa sus vínculos y sus "sí mismos posibles", es decir, cómo se ve en el futuro. Un ejemplo de ello es una niñita que asistía a un grupo de desarrollo emocional para niños y niñas, entre ocho y diez años, y que siempre había querido ser veterinaria, porque le gustaban mucho los animales. Pero luego le comentó a su mamá que ahora había decidido que cuando grande sería psicóloga. Ella basaba su cambio de decisión en la percepción de que las psicólogas lo pasaban bien trabajando, porque jugaban con los niños.Pero esta reflexión también es producto de cómo ella progresa, en disfrutar el trabajar cooperativamente a través del juego con otros niños, y valorar el leguaje como una forma de vincularse con otros y ayudarlos en esta vinculación. Independiente de que esta niñita sea, en el futuro, veterinaria, psicóloga o astrónoma, la capacidad de pensarse a sí mismo en el largo plazo, se dice que es un importante signo de salud emocional, sobre todo porque significa comprender que es una elección que determina en forma importante el desarrollo personal futuro. La tarea de los padres no es mostrarles a los niños quiénes son, sino que más bien darles oportunidades para pensarse, para explorarse, para explorar posibilidades y ponerles a disposición modelos, que los ayuden a la tarea de definir una identidad que se base en el autoconocimiento.

miércoles, noviembre 14, 2007

Educar en la tolerancia

Educar en la tolerancia y en la aceptación de la diversidad es uno de los valores que debiera ser central en los objetivos educativos de la familia y del contexto escolar, ya que el no respeto a las diferencias es la causa de injusticia, de sufrimiento y de mucha violencia en la infancia y en la adolescencia. Los niños son educados desde pequeños, a través de diversos mecanismos, en los sistemas de creencia de la familia. En forma explícita o implícita los adultos le van traspasando a sus hijos los valores que les parecen esenciales. Esta actitud que es necesaria y básicamente correcta, si no va acompañada de un valor fundamental que es el respeto a las ideas de los otros, puede llevar a que los niños tiendan a asumir una conducta fundamentalista en relación a sus valores, que puede llevarlos a tener actitudes, contra los que piensan diferente. Grandes guerras en la humanidad y episodios terroristas, han tenido su origen en diferencias ideológicas, donde el que piensa diferente no sólo es alguien con quien no estoy de acuerdo, sino que se constituye en mi enemigo. Mahatma Gandhi, uno de los grandes ideólogos de la no violencia, decía: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”. Esta sentencia de un hombre tan reflexivo y profundamente pacifista me hace pensar, ¿cuán importante es el valor de la tolerancia, en las familias, al momento de educar a los niños?: Ciertamente Gandhi sabía de discriminación, ya que fue víctima de ella por su origen hindú, en los años de su infancia que vivió en Inglaterra. Además la India, su país de origen, es una nación cruzada por diferentes religiones, y en la cual el sistema de castas es todavía muy fuerte. Desafortunadamente, en el trabajo en colegios y en la atención clínica de niños que son discriminados por sus iguales, es posible apreciar que -a pesar de lo globalizado que se encuentra el mundo-, en nuestro país, la actitud de los niños chilenos hacia lo que es diferente es de una profunda discriminación, quizás mayor que la que se ve en otros países del continente. En el colegio son victimizados los niños que son percibidos diferentes racialmente, socialmente, físicamente, por sus compañeros, produciéndoles una gran cuota de sufrimiento. No basta que los padres no tengan actitudes despectivas o arrogantes frente a las diferencias, es necesario ir más lejos y cuidar el lenguaje que muchas veces puede ser discriminatorio con las diferencias. Por ejemplo, hay que tener cuidado con los chistes que se les cuentan a los niños, muchos de ellos son en general abiertamente discriminativos y constituyen estereotipos llenos de prejuicios. Es como sostener que todas las personas de una nacionalidad o de una raza, tuvieran una característica negativa que sería más marcada que todas las cosas positivas, y es como que todas las personas de un grupo fueran iguales. Los prejuicios se transmiten como una especie de contagio afectivo y son la máxima expresión de la intolerancia. Quien juzga a otro desde lo negativo se coloca en una situación de superioridad y coloca al otro en una posición de inferioridad. Cada día más se avanza hacia un mundo en que en lo cotidiano se convive con personas de diferentes orígenes y valores. Para lograr una convivencia pacífica y nutritiva, es necesario que los niños aprendan a valorar el aporte de las otras culturas. Cuéntele a sus hijos e hijas, cuentos de niños de otras culturas, llévelo a conocer templos de otras religiones, que no sean la suya. Muéstreles su manera de vestir y comer, valorando su aporte. Aprecie, por ejemplo, el mérito de las étnias originarias.Abra el corazón y la mente de su hijo a la humanidad, así estará ayudándole a construir un mundo mejor, donde hay cabida para las diferencias y se valora el aporte de todos en la construcción de un mundo mejor.
Neva Milicic.

viernes, noviembre 09, 2007

Pensar alto y sentir hondo

Estos conceptos son tomados de Miguel de Unamuno, filósofo y poeta español de gran influencia en la cultura española del siglo pasado. En su libro “Cómo se hace una novela”, él plantea que la vida puede entenderse como una novela, en que cuando es personal, se construye a partir de la narrativa de uno mismo, pero que esta narrativa se encuentra a su vez inmersa en la novela cultural, que corresponde a la cultura que viven las personas. Además existe una tercera novela que es la novela de la humanidad, y que son estas tres dimensiones las que explican en gran medida lo que pensamos y lo que sentimos. El concepto “Pensar hondo’’ se relaciona con la esfera cognitiva, y el concepto “Sentir hondo’’ se vincula con el mundo afectivo: Ambos podrían resumir un ideal educativo familiar y escolar, equilibrado entre ambas dimensiones de manera de formar personas integrales.“Pensar alto”: quiere decir no sólo entender lo que se aprende, sino que de algún modo ser capaz de construir un sentido de lo que se aprende. “Sentir hondo”: implica tener un contacto emocional con lo que se siente, empatizar, resonando con las emociones de los otros. Se trata de conectarse profundamente, como hacen los poetas, es decir tener sentimientos profundos.Un niño educado en esta forma, estará mejor preparado para ir construyendo una narrativa de sí mismo, en su conexión con la realidad que le toca vivir. Para ello debe entender la realidad más global y cómo ésta se relaciona con su realidad personal. De esta forma podrá darle un sentido a lo que le toca vivir y, a partir de allí, construir una explicación que le permita entender los por qué y los para qué, de su ser y estar en el devenir cotidiano. Para que el niño o la niña integren la dimensión cognitiva y la emocional, la educación familiar y escolar debe dar espacio para que ellos puedan preguntarse acerca del mundo y de sí mismos. No se trata de que los niños construyan una novela escrita, aunque toda la vida podría ser novelada, pero sí que cada cual tenga un relato de sí mismo, adecuado a su edad y a la realidad que le toca vivir. Existe un juego de palabras, que sólo tiene sentido en inglés, que plantea que “hay que enseñar a leer a los niños el mundo y no las palabras”, lo que frecuentemente se hace al revés: Para los que saben inglés la frase sería “Read the world not the word”. La idea no es que los niños aprendan a leer el mundo sólo para tener una interpretación de la realidad, sino que lo que van procesando de la realidad les sirva poder escribir mejor su propia novela. Los niños cuando son pequeños buscan y preguntan incesantemente, pero a medida que transcurre la educación, disminuye su interés por preguntar, más bien se limitan a contestar las preguntas que el sistema escolar les hace. Muchas veces estas preguntas formuladas desde el ámbito educativo, están fuera del mundo de los intereses de los niños, por lo que ellos, se limitan a buscar respuestas ya fabricadas, que muchas veces ni siquiera entienden, pero que saben que al darlas su contenido dejará tranquilos a los adultos. Una forma de ayudarlos a “Pensar alto”, es buscar que formulen preguntas frente a diferentes problemas. Si tú estuvieras con el presidente de los Estados Unidos, ¿que le preguntarías sobre la guerra de Irak? Si estuvieras con un astrónomo, ¿qué te gustaría que te respondiera? Y en ese mismo plano se puede en el lenguaje de Unamuno ayudar a un niño o una niña a “Sentir Hondo”, averiguando qué piensa sobre las guerras y qué emociones tiene cuando ve un cielo estrellado o qué siente cuando un amigo está enfermo. Si tiene habilidades literarias o pictóricas incentívelo a que exprese lo que piensa y siente a través de esos medios. Quedarse un rato con los sentimientos, profundizar en ellos, conectarse con los de los otros, y acompañarlos, es una de las tantas formas de ayudar a un niño a sentir y pensar hondo, porque estos dos conceptos no son antagónicos. Quien puede sentir y pensar hondo, podrá tener una actitud mucho más activa en la resolución de problemas, no sólo los propios sino de los que afectan a otros. Así un adolescente que se conecta con la pobreza, podrá asumir una actitud activa en la resolución de las necesidades de los que lo rodean, como hizo el Padre Hurtado, que es un excelente ejemplo de alguien que sintió hondo y pensó alto. La explicación de los propios pensamientos, a través del lenguaje oral y escrito, así como la expresión de los sentimientos, son formas para un desarrollo integral, que permite al niño construir y entender su propia historia, en la que por supuesto tiene el papel más protagónico.
Neva Milicic.

lunes, noviembre 05, 2007

Aprenda a frenar

Por Neva Milicic, sicóloga
Un error frecuente y del que no se tiene conciencia al momento de educar a los niños, es el no saber frenar a tiempo cuando se está reconociendo a un niño o una niña que realizó algún progreso en un área deficitaria. Por ejemplo, si escribe con buena letra al realizar una tarea, cuando habitualmente en sus trabajos tiene mala caligrafía. Posiblemente este esfuerzo sea estimulado por sus padres, diciéndole "muy bien, qué bonito te quedó".
El problema que llamo "no saber frenar" se origina después de este bien ganado elogio, cuando en forma casi instantánea, los padres continúan agregando ¿"ves que puedes"?, "ahora sí que te quedó bien".
Usted se preguntará y ¿qué tiene de malo este comentario?
A simple vista aparece muy pedagógico, pero lo negativo radica en que este comentario incluye una velada crítica al comportamiento habitual del niño al escribir, recordándole que su letra es fea.
Comentarios como éste, hechos con la mejor intención, abren en la mente del niño o la niña, la carpeta emocional del fracaso, de la angustia y de las dificultades en la relación. Así, de forma involuntaria, se disminuye el impacto emocional positivo que tenía el elogio.
Para ponerlo en fácil, imagine usted a una madre que se esmera en ordenar la casa y tenerla bonita para cuando llegue su marido, lo que no es fácil cuando hay niños pequeños. Recibe un comentario elogioso de parte de él, ¡"qué bonita está la casa"!, pero a continuación una frase lapidaria: "Así podría estar siempre, ¿ves que es posible? ¡Da gusto llegar a una casa ordenada!'.
Esta verbalización hecha sin ninguna mala intención, probablemente logrará que esa madre se sienta descalificada, que se enoje con el marido y sin duda no servirá de estímulo para que ella continúe en su afán de ordenar. O si un marido se levanta gentilmente a hacer el desayuno el domingo en la mañana y recibe como refuerzo una frase del tipo "¡qué bueno, mijito! Ojalá lo hiciera así todos los domingos para poder descansar, ¿se da cuenta el trabajo que es?".
Estas reflexiones que, aunque podrían ser muy justas, tienen el poder de anular el efecto original de dar reconocimiento por lo realizado, y se transforma en una crítica encubierta que provocará un conflicto en la relación. Por eso, cuando su intención sea dar un estímulo o reconocimiento, hágalo con intensidad y afecto, pero tenga el suficiente autocontrol como para ahorrarse todos los comentarios que inevitablemente y legítimamente se le vendrán a la memoria. Haga stop; siempre lo que se dice hay que sentirlo; pero si se quiere conservar sus vínculos afectivos, no es necesario decir todo lo que se piensa y siente.
Para desarrollarse, los niños necesitan sentirse lo más validados posible, ser reconocidos en sus logros, y les es muy dañino que se les recuerde todo el tiempo sus incompetencias. Es recomendable reconocer sus logros, sin hacer alusión a las dificultades. No es fácil aprender a frenar, pero sí es un gran modo de tener buenas relaciones interpersonales.