Escúchelos atentamente
Por Neva Milicic Sicóloga
Los vínculos afectivos sólidos pasan en la infancia, en la adolescencia y en la edad adulta, por una buena comunicación y ella se compone de dos ingredientes esenciales: escuchar y decir.
La mayoría de los padres suele decir más de lo que escuchan, y muchas veces esta actitud los priva de conectarse con el mundo interno de los niños, con lo que a ellos les ha pasado, con lo que sus hijos están sintiendo y con comprender cuál es su lógica interna que es la que explica muchas veces lo que hacen los niños.
No es sólo lo que dicen sino cómo lo dicen. Cuando un niño llega del colegio, si usted lo mira a los ojos, puede saber antes que hable cómo fue su día y cómo lo pasó. Pero no sería estratégico jugar al adivino y decir "¡Se nota que te fue mal!". Si usted lo hace, probablemente sólo conseguirá que el niño o la niña se cierre como una ostra. Pero si en vez de ello hace una pregunta abierta como: ¿Qué tal tu día? Su niño puede contestarle, por ejemplo, ¡Fatal! Me entregaron la prueba de matemática y me fue mal, y no me eligieron para el equipo de fútbol del curso.
Las preguntas abiertas permiten que el niño elija, si se centra en contarle los hechos o en los sentimientos de su relato. Pero la escucha suya a la narrativa de su hijo debe ser desde ambos planos, es decir, entienda los hechos y conéctese con los sentimientos.
Los elementos que le dan a los niños la sensación de ser escuchados son los siguientes: Que lo mire a los ojos, porque si le pregunta ¿qué tal? detrás de un libro, habrá escasas posibilidades de que su hijo se sienta realmente escuchado por usted. Cuando escuche a los niños acostúmbrese a suspender sus juicios mientras el niño expone lo que siente, de manera de focalizarse en el mensaje que el o ella le quiere hacer llegar. Si lo enjuicia, probablemente bloqueará la comunicación. Otra de las reglas para escuchar efectivamente y quizás la más difícil para los padres, es no interrumpir a la persona que está contando algo. Hay pocas cosas que alteren más la comunicación que sentirse interrumpido, cuando se está entregando una comunicación relevante. Cecilia de 12 años comentaba: "Cada vez que le estoy contando algo, mi papá sale con algo nada que ver y yo me taimo y no sigo contando. A veces ni se dan cuenta que dejé la historia a la mitad. Otras veces, vuelven como a la media hora con el tema, pero a mí ya no me interesa seguir conversando con ellos.
Otra manera poco efectiva de relacionarse y que constituye un grave obstáculo para la comunicación es el descalificar el contenido de lo que los niños están comunicando. La descalificación a veces es negar validez a los sentimientos con comentarios como: "¡No puedes sentir eso!". O bien intentar disminuir la importancia de los hechos o de los sentimientos, minimizándolos con comentarios como: "¡Si no es para tanto!". Lo que se siente no se discute. Recuerde que los vínculos más significativos se tienen con las personas que validan las narrativas que hacemos, a través de escuchar activamente y con interés el contenido de los relatos.
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