Los propósitos de Año Nuevo
Por Neva Milicic, sicóloga
En la columna anterior se planteaba la importancia de hacer al menos una vez al año una evaluación con los hijos desde diferentes perspectivas, sobre su desempeño y sobre la vida familiar. Una evaluación de esta naturaleza queda incompleta si no se complementa con estrategias de acción para orientar cambios y/o enriquecimientos en las formas de actuar, que beneficien el desarrollo personal. Los propósitos de Año Nuevo pueden ser la forma que en esta "época" ayuden a completar la evaluación de lo logrado. Una de las variables que más relación tiene con el logro y el desarrollo personal es el planteamiento de metas personales, de manera que el niño perciba claramente en cada etapa, y de acuerdo a su nivel de desarrollo, hacia dónde va. Que sienta que tiene el control del timón en esta navegación que constituye su proyecto de vida. Es importante que el niño tenga una propositividad vital personal, independiente de las metas que están fijadas por otros, como ir al colegio y pasar de curso. Cuando un niño no tiene metas sentidas como personales, aunque ellas no sean las definitivas, es como un barco a la deriva, que navega sin rumbo fijo, por lo cual tiene pocas posibilidades de avanzar. Las metas se relacionan con objetivos de corto y mediano plazo, todos aspectos que se construyen en el diálogo con otros, dentro de los cuales la conversación cotidiana con los padres tiene un rol esencial para la fijación de esta especie de agenda de corto plazo, que son los propósitos del niño. Las personas, al tener un espacio y conversar sobre sí mismas, ven abrirse nuevos horizontes, se fortalecen en la percepción de la competencia para lograr ciertos objetivos y desarrollan nuevas perspectivas sobre ellas mismas. Y el planteamiento de metas personales es un espacio privilegiado para esa reflexión, que es un proceso dinámico que va cambiando en cada etapa del desarrollo. Cuando en una familia se producen estos espacios, en que hay una escucha mutua de lo que se quiere lograr y de lo que se sueña, se energizan recíprocamente, en el no siempre fácil camino de hacer lo que hay que hacer para cumplir las metas y se allegan más fuerzas para inventar otros caminos. Cuando es posible lograr un clima de esta naturaleza en la familia se produce un nivel de cercanía afectiva, y la proximidad afectiva constituye posiblemente el bien más preciado de una familia. Las reuniones familiares cerradas al núcleo familiar más próximo, en un ambiente positivo y entretenido, son un mecanismo que ha ayudado a muchas familias en estas conversaciones sobre las metas y propósitos de los hijos. Cuando no es posible por conflictos o diferencias de edad muy marcadas entre los hijos puede realizarse de a dos. Estas reuniones tienen que tener una estructura marcadamente democrática, no son el espacio para que los padres determinen los propósitos de los hijos. Los propósitos son personales y sólo si realmente lo son, habrá la motivación necesaria para cumplir. Para los hijos además estas reuniones constituyen una oportunidad de conectarse con lo que sienten y quieren sus padres, qué metas tienen, qué obstáculos enfrentan para lograrlos.Una estrategia posible que puede ser adaptada a cada realidad familiar es que cada uno escriba en un papel sus propósitos para el próximo año, y comparta lo que desee compartir sobre lo que escribió. Posteriormente, se puede escribir o conversar en relación a cada propósito, lo que puede dificultar y lo que puede facilitar el conseguir cumplirlos. Se guarda lo escrito para hacer sesiones de reevaluación unas dos o tres veces al año. Pero, recuerde, todo esto debe ser hecho en un clima positivo, no inculpatorio ni directivo, es un espacio para el crecimiento, no para la crítica ni para la inculpación.
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