El desarrollo social
Por Neva Milicic, sicóloga
La felicidad de los niños depende en gran medida de su capacidad de integración social. Existe en el funcionamiento neurosicológico un circuito neuronal asociativo, que sería responsable de la conducta social y que hace parte de lo que se ha llamado el cerebro social, que explica los mejores aspectos de la naturaleza humana: la capacidad de vincularse, de colaborar con otros y del altruismo, que se refleja en la capacidad de cuidar a los demás, como los enfermos y los ancianos. Esta capacidad de vinculación, que se ha planteado que está relacionada con el tamaño del cerebro, en la especie humana es mayor y está programada para procesar una gran cantidad de señales que transmiten información social. Por ejemplo, sólo el tono de voz de una persona permite que alguien cercano comprenda cuál es el estado de ánimo del que habla. Dunbar, un investigador de la conducta social de los primates, en un estudio del desarrollo del cerebro en monos ha afirmado que, a mayor complejidad del sistema social, el cerebro y, específicamente, el neocortex se hace mayor. El tamaño del cerebro y su compleja arquitectura constituyen la base sobre la cual se construyen las conductas sociales. En lenguaje computacional, el cerebro sería como el "hardware", en tanto que las experiencias sociales, especialmente las primeras experiencias, proporcionan el "software" que va desarrollándose en la parte frontal del cerebro. En esta zona se desarrollan funciones vitales para la supervivencia de las personas como son la planificación, el razonamiento y el control de la conducta. Los primeros años son períodos fundamentales para cimentar las respuestas sociales, creando arquitectura cerebral. El contacto y los lazos creados en esta etapa ayudarán a los niños durante su vida tanto en la infancia como en la adolescencia y en la adultez a establecer relaciones sociales, a buscar pareja, a tener amigos y a mantener sus trabajos. La seguridad de que los niños tengan en el cuidado y el amor de sus padres será un elemento de protección frente a los factores adversos y también les dará seguridad para explorar situaciones nuevas. Shelley Taylor, una de las mejores expertas americanas en relación al estrés, sostiene respecto del papel de la socialización en el desarrollo de la conducta social, que el cerebro es como el primer esbozo de un plano de arquitectura, que se va completando y mejorando. El cerebro social de un niño se construye en la relación social, que es la base de su aprendizaje afectivo. Allí el niño aprende a diferenciar entre lo conocido y lo extraño, lo seguro y lo inseguro. Es decir, a través de los lazos afectivos, el niño crea mejores sistemas de regulación afectiva, y con ello se constituye la base de su vida socioemocional en el presente y el futuro.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home