martes, enero 16, 2007

El valor de la autenticidad

ISIDORA MENA Académica Escuela de Psicología UC

Los chilenos tenemos un nombre para los que quieren parecer algo que no se es, mostrándose de una manera que no refleja su identidad y realidad: la siutiquería.

En la vestimenta es evidente: señoras maduras que desean parecer jóvenes y se ven ridículas. Pelados con peluquín que despiertan burlas; señoritas bajas con tacos que les impiden correr; jovencitos encorbatados asfixiados de calor.

En los bienes familiares también se pueden tener actitudes siúticas, que no se atienen a la verdad y por eso son disfuncionales: un auto fantástico y una casa a la que le faltan comodidades mínimas. Niños con ropa de marca sin libros en la casa. Regalos caros y un estrés tremendo para saldar créditos.

La siutiquería surge cuando sentimos que lo que realmente somos se ridiculiza o margina. Se puede entender como una mala defensa ante una carencia, real o percibida. En una sociedad muy clasista y que no respeta las diferencias, cunde la siutiquería.

En la educación también podemos ser siúticos: colegios con proyectos educativos grandiosos que prometen excelencia académica, formación integral, una larga lista de valores, pero con 40 niños por curso, un 25% con problemas de aprendizaje; profesores con el 90% de sus horas frente al curso, sin psicólogos ni psicopedagogos.

Lamentamos estar mal ubicados en el ranking educativo culpando a los profesores, sin aclarar, por ejemplo, que mientras el promedio de tiempo docente dedicado a coordinar las clases de los países con que nos comparamos es de 50% o más, el nuestro es de 25% o menos; que mientras su promedio de alumnos por curso es 20, el nuestro es 37 y hasta 42. Extensos currículos sin tiempo para procesarlos.

El valor de ser uno mismo permite progresar; se cultiva al amparo de exigencias razonables, que respetan la realidad de personas y organizaciones.