La intimidad en la relación con los hijos
Por Neva Milicic
Si hay un lugar privilegiado para aprender a construir relaciones de intimidad afectiva, este lugar es la familia. No sólo porque es allí donde deberían darse los máximos espacios de felicidad compartida, sino porque los lazos vitales que se construyen en la familia son el refugio más seguro y protector frente a la adversidad. La forma en que los padres se tratan entre sí, la manera en que los padres se relacionan con cada uno de sus hijos, les da a los niños y a los adolescentes un modelo sobre el cual aprender a construir relaciones personales nutritivas, cálidas y seguras.
La intimidad no es algo que se abre a cualquier persona, es una elección, que está guiada por la presencia de un vínculo que se percibe como suficientemente seguro, de manera que les permita a las personas mostrarse como realmente son, sin corazas, por lo que esa apertura de la intimidad, que sin duda es muy buena, genera una gran vulnerabilidad.
Los niños deben aprender que, aunque tenga encuentros cercanos y vínculos positivos con muchas personas, la autoexposición de aquellos aspectos que son más profundos y personales se realiza sólo con aquellos en que el vínculo que se tiene garantiza que no podrían ser usados en su contra, y que habrá un resguardo de la intimidad de parte de la persona a la cual se le abre el mundo emocional.
Por ejemplo, un niño que tuvo una experiencia dolorosa con un compañero, que lo trató mal en el colegio anterior y que además le puso un sobrenombre burlesco, como decirle su nombre en femenino, es decir si se llama Francisco, le dijo Panchita. Se le explica que él puede conversar sobre ello con sus padres y sólo con sus amigos más leales, omitiendo contarlo delante de aquellos compañeros que podrían burlarse, o contar "su secreto", en un momento de rabia.
Las relaciones de intimidad tienen que ser y, además, percibirse por sus hijos, como absolutamente confiables y como inviolables. Por ninguna razón comentar las experiencias de los niños en público o ser desleal con los secretos. Ser confiable es una condición en las relaciones amorosas. Aunque a usted le parezca trivial, si para el niño algo es un secreto, sea como una tumba con lo que le contó y digo "una tumba y no una lápida corrida". No deje que se le escapen informaciones que son los secretos del "otro", por pequeño que éste sea.
Para tener intimidad con los hijos hay que respetar su mundo íntimo. No se meta en sus diarios de vida, ni en sus cartas ni en ninguna de aquellas informaciones que ellos perciben como personales. Pero eso no basta, también tiene que ver con que usted respeta la intimidad de los otros, que, por ejemplo, no levanta el teléfono para escuchar la conversación de sus hermanos con sus amigos. Es decir, sus hijos deben saber con certeza que usted es realmente confiable.
La intimidad es un regalo que se le hace al otro, donde es posible compartir logros y frustraciones, en un espacio en que no hay dudas de la calidad del vínculo.