martes, marzo 20, 2007

Permitirles vivir una vida intencional

Por Neva Milicic
Este concepto lo he tomado del libro "Ping", de Stuart Avery Gold, en el cual se narra la historia de una rana que se arriesga a cambiarse de la pequeña laguna en la que vive, para vivir y ser quien realmente quiere ser, asumiendo los riesgos y sin negar los miedos que ello implica. Es una fábula taoísta zen orientada a entender que los seres humanos necesitan y merecen tener la libertad de ser lo que son.
Este libro que, por cierto, es un gran regalo para adolescentes y adultos, y que puede ser contado en forma adaptada a los niños, es una metáfora de la necesidad de ser fiel a la propia identidad en ese viaje tan particular que es la vida de cada cual. Es un camino que tendrá sin duda riesgos y no estará exento de dificultades, porque, como plantea el libro: "si el camino que recorres no tiene obstáculos, no conduce a ninguna parte". La rana tiene en el transcurso de la historia conversaciones con su maestro en este viaje - un búho- , que le señala con claridad, que al hacer elecciones es posible equivocarse, pero que los errores que se cometen al actuar pueden ser superados, pero que la inacción aprisiona el alma. En este sentido, el mayor de los riesgos que puede asumir una persona es el inmovilismo, que lo lleva a vivir en lugares estrechos y de manera inconformista. La lectura de esta fábula hace pensar en lo poco que se prepara a los niños para vivir su vida intencionadamente, son tantas las restricciones a las que están sometidos, tantos los "no" que delimitan sus espacios, tanto lo que se les delimita y determina lo que deben hacer y decir, que muchos niños van perdiendo progresivamente la capacidad de conectarse y de soñar con lo que les gustaría ser.
La falta de espacios de libertad para reflexionar puede ser un peligroso y dudoso método educativo, porque impide a los niños desarrollar una adecuada conciencia de sí mismos, como una persona autónoma.
Favorece el vivir una vida intencionada en los hijos la percepción de que las personas que les son más significativas, sus padres, alientan y respetan sus opiniones y decisiones acerca de sí mismos y los ayudan a definir su identidad. También es un poderoso factor para 'intencionar' la propia vida, la generación de un ambiente familiar que les permita asumir reflexivamente los caminos que deben tomar y que los alienten a dar los saltos que supone crecer y superar las barreras que les impiden cumplir sus sueños. También ayuda que ellos perciban que se les dan las oportunidades necesarias para desarrollar los talentos y habilidades, algo que más adelante les permitirá realizarse. De esta forma, el niño o la niña sentirán que progresivamente van teniendo el control sobre su vida y que no sólo están siendo determinados en su identidad por las circunstancias externas.
Favorecer los espacios para conversar sobre quién les gustaría llegar a ser a nuestros hijos, legitimando sus percepciones, es un ingrediente indispensable para hacerlos sentirse capaces de vivir una vida intencionada. Sentir la confianza y el aliento para pensar y desarrollar un proyecto de vida, en que ellos o ellas se sientan dueños de sus decisiones, para construir una vida en que los sueños y los anhelos más profundos tengan un lugar, en una medida importante evitará el estancamiento en situaciones o actividades desvitalizadoras. Les ayudará, además, a desarrollar en ellos el coraje de hacer los esfuerzos y los cambios que necesitan hacer para lograr una vida más acorde con lo que realmente son.