viernes, mayo 18, 2007

La autonomía y el bastón de mando

Por Neva Milicic
Sicóloga

Proporcionar autonomía a los niños constituye, sin lugar a discusión, un valor en la educación infantil, pero su entrega tiene que ser graduada, según las capacidades de realización y decisión de los niños, de tal manera que sea un beneficio y un logro, y no constituya un riesgo para ellos.

La autonomía es, por definición, la capacidad de realizar las cosas con independencia, porque se tiene la destreza y el juicio necesario para desempeñarse en un área. Si usted está en alta mar, no le entregará el timón del barco a un niño de cinco años. Por lo tanto, la autonomía está relacionada con la capacidad de relación eficiente.

A veces los padres, por razones de tiempo, de exceso de trabajo o por comodidad, aumentan excesivamente los espacios de autonomía antes de que el niño tenga la capacidad real de medir las consecuencias de sus actos y, por ejemplo, lo mandan a comprar cuando no sabe cuidarse solo y por lo tanto queda desprotegido.

Un niño que empieza a asumir decisiones que les competen a los padres, con dificultad va a ceder el bastón del mando posteriormente. Por ejemplo, si usted cede en relación a la cantidad de tiempo que su hijo puede pasar en la consola de juegos en el computador, sin pactar los límites, será muy difícil volver atrás y disminuir los espacios de libertad que ha conquistado.

Recuerde que es muy difícil renunciar a los espacios logrados, por lo tanto, medite antes de ceder en lo que no le parece razonable. No se trata de no escuchar las demandas de los niños, pero es importante que los padres y los niños tengan presente que el cuidado y la autoridad es una función parental para favorecer su desarrollo. Por tanto puede ser una forma de negligencia paterna no asumir la autoridad. Por ejemplo, si usted permite que su hijo conduzca el auto antes de la edad legal, le está dando permiso para saltarse las reglas y lo expone a él y a otros a un accidente que puede afectar muy negativamente su existencia.

A veces ceder es más fácil que poner límites. La autoridad debe ser puesta desde el autocontrol y la serenidad, para que se perciba una figura respetable y no amenazante, pero hay que dejar claro que el bastón del mando lo tiene usted.

Ceder en lo que no aparece apropiado en los primeros años crea un precedente que es difícil de revertir en la adolescencia. Es necesario ir dando autonomía y libertades en forma progresiva, sin asfixiar al niño con límites y con instrucciones agobiantes, pero también es necesario mantener en equilibrio un exigir en el cumplimiento de aquellas normas que dicen relación con el buen desarrollo físico y social. Los niños respetan a los padres que ejercen la autoridad en forma razonable y con afecto.