miércoles, enero 24, 2007

Pilares de una buena educación emocional

Por Neva Milicic, Sicóloga
Formar personas integrales es el objetivo central de una educación emocional, y ello supone darles a los hijos recursos y estrategias cognitivas, emocionales y de relación social que les permitan convivir en forma armónica, siendo capaces de anticipar riesgos y buscar espacios en que pueden desenvolverse con facilidad, donde se sientan valorados, ayudados y queridos. Uno de los pilares de una buena educación emocional es enseñar a los niños a construir vínculos emocionales, recíprocamente satisfactorios. Esto supone saber elegir a los amigos, de manera que sean personas que aporten a su crecimiento emocional y a su bienestar. Para tener vínculos estables que resulten nutritivos, es necesario saber cuidar de las relaciones con generosidad, manteniendo ese delicado equilibrio entre dar y recibir. Esto supone enseñar las claves para discriminar quiénes son "buenas personas" y quiénes no lo son. Decía Aristóteles: "Somos lo que hacemos día a día". De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito, y esto tiene que ver con ser buena persona cada día. Sin embargo, a veces las buenas personas son muy ingenuas y víctimas de personas manipuladoras que pueden llegar a realizar verdaderas explotaciones emocionales con ellos. Esto significa que los niños y los adolescentes distingan entre la bondad y la ingenuidad para defender sus derechos. Un elemento importante de la educación emocional es la libertad emocional, que permite hacerse responsable de las propias decisiones sin miedo. Es posible que la decisión no sea correcta, pero en todo caso elegir es mejor que estar paralizados. Favorecer en los hijos la capacidad de decidir reflexivamente, pero sintiéndose libres, los ayudará a vivir la vida con una sensación de libertad emocional, en que se actúa responsablemente con los otros pero también consigo mismo. A veces un excesivo énfasis familiar en conseguir aceptación resta a los niños y a los adolescentes en su adultez de la libertad emocional de elegir, tomando en cuenta sus voces internas que les informan de lo que realmente quieren o necesitan. El mismo riesgo tienen los niños que son víctimas de una educación autoritaria.Las huellas que dejan los modelos familiares en la educación emocional explican en forma importante la identidad de las personas. Quien es capaz de decidir tiene una sensación de control sobre su vida. No significa que no vaya a tener conflictos, pero sí que hay una fidelidad a sí mismo y con lo que se quiere ser. Ello no implica que el niño no aprenda a tomar en cuenta las necesidades de los otros, pero sí que el autoconocimiento de quien es, quien quiere ser, de donde quisiera estar, sean una motivación poderosa para sus decisiones y sus acciones.

martes, enero 16, 2007

Niños "difíciles"

Carta enviada a El Mercurio el 16/1/2007 a la sección cartas al director por la Dra. Amanda Céspedes

Señor Director:
A propósito del caso de suicidio de un pequeño alumno de un colegio privado de Santiago, la señora María de la Luz Domínguez enrostra a los profesores el carecer de la necesaria paciencia y flexibilidad frente a alumnos excesivamente inquietos y/o desobedientes, los que serían una minoría fácil de manejar si los maestros tuviesen la voluntad de hacerlo. Como especialista en Salud Mental del Escolar, a menudo veo que se continúa sosteniendo que los profesores promueven la pasividad como sinónimo de buena conducta, cuando la realidad es totalmente diferente: hoy el profesor invierte más del 40% del tiempo docente intentando, a menudo infructuosamente, sintonizar en el aula un ambiente de silencio y quietud que permita empezar a trabajar; tarea titánica, por cuanto dos de cada tres alumnos se muestran abiertamente negativistas, desafiantes, hiperactivos, carentes de autocontrol y con una pobre capacidad de concentración. ¿La causa? Nada más lejos de ser adjudicada a un profesor intolerante; este 75% de chicos y adolescentes inmanejables tiene su origen en casa. Son niños que carecen de horarios y de rutinas, que han cambiado la almohada y el sueño reparador por el chat de trasnoche; pequeños adoradores de los juegos de consola y de la TV sin restricciones; consumidores compulsivos de azúcares y bebidas cola; desconocedores del respeto, que afirman que el profesor es un "empleado" de su padre, quien paga la colegiatura y por extensión, es "el patrón" del maestro, mostrándose por lo tanto despectivos, insolentes y desafiantes. En este contingente de "pequeños desalmados", los chicos con reales problemas de conducta o académicos pasan a ser "uno más", y no es raro que paguen los platos rotos al tener un diagnóstico que les señala como problemáticos, aun siendo seres maravillosos y creativos como el hijo de la Sra. Domínguez. En vez de culpar injustamente a los profesores, luchemos para que el contingente de padres "posmodernos" recupere la cordura y la verdadera autoridad parental antes de que sea demasiado tarde.
DRA. AMANDA CÉSPEDES C.
Neuropsiquiatra InfantilEspecialista en Neuropsicología y Salud Mental del Escolar

El valor de la autenticidad

ISIDORA MENA Académica Escuela de Psicología UC

Los chilenos tenemos un nombre para los que quieren parecer algo que no se es, mostrándose de una manera que no refleja su identidad y realidad: la siutiquería.

En la vestimenta es evidente: señoras maduras que desean parecer jóvenes y se ven ridículas. Pelados con peluquín que despiertan burlas; señoritas bajas con tacos que les impiden correr; jovencitos encorbatados asfixiados de calor.

En los bienes familiares también se pueden tener actitudes siúticas, que no se atienen a la verdad y por eso son disfuncionales: un auto fantástico y una casa a la que le faltan comodidades mínimas. Niños con ropa de marca sin libros en la casa. Regalos caros y un estrés tremendo para saldar créditos.

La siutiquería surge cuando sentimos que lo que realmente somos se ridiculiza o margina. Se puede entender como una mala defensa ante una carencia, real o percibida. En una sociedad muy clasista y que no respeta las diferencias, cunde la siutiquería.

En la educación también podemos ser siúticos: colegios con proyectos educativos grandiosos que prometen excelencia académica, formación integral, una larga lista de valores, pero con 40 niños por curso, un 25% con problemas de aprendizaje; profesores con el 90% de sus horas frente al curso, sin psicólogos ni psicopedagogos.

Lamentamos estar mal ubicados en el ranking educativo culpando a los profesores, sin aclarar, por ejemplo, que mientras el promedio de tiempo docente dedicado a coordinar las clases de los países con que nos comparamos es de 50% o más, el nuestro es de 25% o menos; que mientras su promedio de alumnos por curso es 20, el nuestro es 37 y hasta 42. Extensos currículos sin tiempo para procesarlos.

El valor de ser uno mismo permite progresar; se cultiva al amparo de exigencias razonables, que respetan la realidad de personas y organizaciones.

Las esperadas vacaciones

Por Neva Milicic sicóloga
Las vacaciones nos dan esa oportunidad maravillosa para estar sin presiones de tiempo con las personas que más queremos. Nos permiten esa sensación de plena libertad para pasear y estar sin restricciones ni obligaciones, donde el "hay que" se reemplaza por lo que se quiere hacer. Y ése es el verdadero sentido de las vacaciones. Mucho más que el dónde, lo que descansa y reenergiza es el con quién y lo que se hace. Marcela Serrano sostenía en una de sus novelas que la verdadera miseria es no tener tiempo. Y los adultos, pero también los niños y los adolescentes, suelen vivir presos de la tiranía del reloj; el tiempo está calculado al minuto. Por bien que lo esté pasando, si llega la hora de la próxima actividad, la sentencia es "lo lamento, pero me tengo que ir". Lo mismo sucede si se está aburrido en una clase, el niño o la niña deben resistir hasta el final presos de la variable tiempo. Vivir en esa sensación de que el tiempo está determinado por los otros sin margen de libertad, y que además hay que aprovecharlo y rendir, es por supuesto tensionante y desgastante para todos. La más clara señal de que las vacaciones son imprescindibles es cuando las personas se ponen de mal humor al momento de hacer sus quehaceres habituales, los cuales le parecen poco motivantes, y son vividos como una pesada carga. A veces los niños y los adolescentes se encuentran tan sobreagendados, como ejecutivos de un banco, que en sus apretadas agendas no queda tiempo para jugar, para compartir con sus amigos o con su familia, y se encuentran sometidos a las presiones de lo urgente sobre lo importante. Los vínculos afectivos realmente significativos necesitan tiempo para desplegar esa energía y ese bienestar que da la disponibilidad para estar plenamente, sin restricciones, libres de las demandas externas. El no darse el tiempo daña las relaciones y da una sensación de tacañería afectiva. Las vacaciones son un período en que los cambios de hábitos no sólo están permitidos, sino que son altamente recomendables. Tener la libertad de levantarse tarde y tomar desayuno en cama un día y al otro madrugar para hacer una caminata matutina por la playa para ver el amanecer son parte del encanto de las vacaciones. A veces salir a veranear por diferentes razones no es posible, pero igual para los niños son vacaciones, y hay que crear esos espacios mágicos paseando por la ciudad y sus alrededores, para conocer las plazas, visitar algún museo o dormir en carpa con sus amigos o primos en el jardín. En vez de quejarse por lo que no podemos tener, hay que abrirse a disfrutar lo que se puede, logrando un clima de diversión en actividades cotidianas, como cocinar juntos una receta nueva o escalar un cerro...Si las relaciones familiares están tensas, a veces lo mejor es no presionarse a pasar todo el día juntos, programar algunos espacios por separado y cuando están reunidos deponer las actitudes violentas de manera que los hijos no paguen la cuenta de las dificultades de pareja de sus padres. Que unas vacaciones sean exitosas depende básicamente de la actitud interna de los padres y de bastante planificación, y en esa planificación hay que considerar las necesidades de los que cuidan, para que las vacaciones sean reponedoras y favorezcan un año saludable. Una señal de autoestima y autocuidado es pensar y programar las vacaciones con sabiduría. ¿Cumplen sus vacaciones de este año este objetivo?

martes, enero 09, 2007

Padres autoritarios o padres amigos

Por ISIDORA MENA Académica Escuela de Psicología UC
La amistad alude a cercanía, a bajar del pedestal jerárquico y relacionarse de tú a tú; de ser humano a ser humano. Las reglas de la amistad implican no ser infidente, no sentirse obligado a retar y sermonear si el otro cuenta que cometió un error, no enfurecerse cuando no se está de acuerdo. Argumentar y no obligar. Esta amistad tiene el valor de cultivar un estilo de relación respetuoso, basado en la igualdad de la dignidad humana. Los niños y jóvenes tratados de esa forma aprenden a ser más respetuosos. Pero la autoridad nunca deja de ser un ingrediente necesario en la relación entre padres, madres, profesores y niños. El profesor Luetich (2002) explica que autoridad deriva del latín "augere", que significa aumentar. El "agregado" que otorga la autoridad son argumentos. Es necesario tenerlos para ejercer la autoridad. Con ellos aumentamos nuestro poder, el de "hacer crecer" en su desarrollo a los niños a nuestro cargo. Con ellos les traspasamos "valores" que dan vida a las convicciones: argumentos sobre la conveniencia de ciertas actitudes, estilos de vida, costumbres, acciones, reglas. Una autoridad es una persona que tiene convicciones y valores, y que los entrega a los suyos con argumentos, modelándolos. Para ser autoridad, se requiere ser amigo. A los amigos se les cree más porque tratan bien, respetan, legitiman. Son pares en humanidad. Una autoridad sin amistad se convierte en autoritaria porque impone, sin argumentos. No hace crecer y ser, sino obliga a hacer. Los padres, madres y profesores del mundo moderno tenemos el deber ético de ser amigos con autoridad, y para ello cultivar una relación de buen trato, junto a nuestros valores y argumentos. Una sociedad de adultos con autoridad se hace fuerte, respetuosa y con valores.

El desarrollo social

Por Neva Milicic, sicóloga
La felicidad de los niños depende en gran medida de su capacidad de integración social. Existe en el funcionamiento neurosicológico un circuito neuronal asociativo, que sería responsable de la conducta social y que hace parte de lo que se ha llamado el cerebro social, que explica los mejores aspectos de la naturaleza humana: la capacidad de vincularse, de colaborar con otros y del altruismo, que se refleja en la capacidad de cuidar a los demás, como los enfermos y los ancianos. Esta capacidad de vinculación, que se ha planteado que está relacionada con el tamaño del cerebro, en la especie humana es mayor y está programada para procesar una gran cantidad de señales que transmiten información social. Por ejemplo, sólo el tono de voz de una persona permite que alguien cercano comprenda cuál es el estado de ánimo del que habla. Dunbar, un investigador de la conducta social de los primates, en un estudio del desarrollo del cerebro en monos ha afirmado que, a mayor complejidad del sistema social, el cerebro y, específicamente, el neocortex se hace mayor. El tamaño del cerebro y su compleja arquitectura constituyen la base sobre la cual se construyen las conductas sociales. En lenguaje computacional, el cerebro sería como el "hardware", en tanto que las experiencias sociales, especialmente las primeras experiencias, proporcionan el "software" que va desarrollándose en la parte frontal del cerebro. En esta zona se desarrollan funciones vitales para la supervivencia de las personas como son la planificación, el razonamiento y el control de la conducta. Los primeros años son períodos fundamentales para cimentar las respuestas sociales, creando arquitectura cerebral. El contacto y los lazos creados en esta etapa ayudarán a los niños durante su vida tanto en la infancia como en la adolescencia y en la adultez a establecer relaciones sociales, a buscar pareja, a tener amigos y a mantener sus trabajos. La seguridad de que los niños tengan en el cuidado y el amor de sus padres será un elemento de protección frente a los factores adversos y también les dará seguridad para explorar situaciones nuevas. Shelley Taylor, una de las mejores expertas americanas en relación al estrés, sostiene respecto del papel de la socialización en el desarrollo de la conducta social, que el cerebro es como el primer esbozo de un plano de arquitectura, que se va completando y mejorando. El cerebro social de un niño se construye en la relación social, que es la base de su aprendizaje afectivo. Allí el niño aprende a diferenciar entre lo conocido y lo extraño, lo seguro y lo inseguro. Es decir, a través de los lazos afectivos, el niño crea mejores sistemas de regulación afectiva, y con ello se constituye la base de su vida socioemocional en el presente y el futuro.

martes, enero 02, 2007

Los propósitos de Año Nuevo

Por Neva Milicic, sicóloga
En la columna anterior se planteaba la importancia de hacer al menos una vez al año una evaluación con los hijos desde diferentes perspectivas, sobre su desempeño y sobre la vida familiar. Una evaluación de esta naturaleza queda incompleta si no se complementa con estrategias de acción para orientar cambios y/o enriquecimientos en las formas de actuar, que beneficien el desarrollo personal. Los propósitos de Año Nuevo pueden ser la forma que en esta "época" ayuden a completar la evaluación de lo logrado. Una de las variables que más relación tiene con el logro y el desarrollo personal es el planteamiento de metas personales, de manera que el niño perciba claramente en cada etapa, y de acuerdo a su nivel de desarrollo, hacia dónde va. Que sienta que tiene el control del timón en esta navegación que constituye su proyecto de vida. Es importante que el niño tenga una propositividad vital personal, independiente de las metas que están fijadas por otros, como ir al colegio y pasar de curso. Cuando un niño no tiene metas sentidas como personales, aunque ellas no sean las definitivas, es como un barco a la deriva, que navega sin rumbo fijo, por lo cual tiene pocas posibilidades de avanzar. Las metas se relacionan con objetivos de corto y mediano plazo, todos aspectos que se construyen en el diálogo con otros, dentro de los cuales la conversación cotidiana con los padres tiene un rol esencial para la fijación de esta especie de agenda de corto plazo, que son los propósitos del niño. Las personas, al tener un espacio y conversar sobre sí mismas, ven abrirse nuevos horizontes, se fortalecen en la percepción de la competencia para lograr ciertos objetivos y desarrollan nuevas perspectivas sobre ellas mismas. Y el planteamiento de metas personales es un espacio privilegiado para esa reflexión, que es un proceso dinámico que va cambiando en cada etapa del desarrollo. Cuando en una familia se producen estos espacios, en que hay una escucha mutua de lo que se quiere lograr y de lo que se sueña, se energizan recíprocamente, en el no siempre fácil camino de hacer lo que hay que hacer para cumplir las metas y se allegan más fuerzas para inventar otros caminos. Cuando es posible lograr un clima de esta naturaleza en la familia se produce un nivel de cercanía afectiva, y la proximidad afectiva constituye posiblemente el bien más preciado de una familia. Las reuniones familiares cerradas al núcleo familiar más próximo, en un ambiente positivo y entretenido, son un mecanismo que ha ayudado a muchas familias en estas conversaciones sobre las metas y propósitos de los hijos. Cuando no es posible por conflictos o diferencias de edad muy marcadas entre los hijos puede realizarse de a dos. Estas reuniones tienen que tener una estructura marcadamente democrática, no son el espacio para que los padres determinen los propósitos de los hijos. Los propósitos son personales y sólo si realmente lo son, habrá la motivación necesaria para cumplir. Para los hijos además estas reuniones constituyen una oportunidad de conectarse con lo que sienten y quieren sus padres, qué metas tienen, qué obstáculos enfrentan para lograrlos.Una estrategia posible que puede ser adaptada a cada realidad familiar es que cada uno escriba en un papel sus propósitos para el próximo año, y comparta lo que desee compartir sobre lo que escribió. Posteriormente, se puede escribir o conversar en relación a cada propósito, lo que puede dificultar y lo que puede facilitar el conseguir cumplirlos. Se guarda lo escrito para hacer sesiones de reevaluación unas dos o tres veces al año. Pero, recuerde, todo esto debe ser hecho en un clima positivo, no inculpatorio ni directivo, es un espacio para el crecimiento, no para la crítica ni para la inculpación.